Teresa:
traía para ti,
entre las manos,
una mariposa.
Era roja, era azul,
era oriblanca,
era tan linda,
que al verla bajo el sol
esta mañana,
quise que la tuvieras
o al menos la miraras.
Traía para ti,
lleno de contentura
aquella mariposa
que aleteaba en mis manos
como un pajarito.
¡Quería verte la cara
cuando vieras saltar
sobre tu falda
aquella mariposa!
Pero ya junto a tu casa
vi otra mariposa
sola, amarilla, y verde,
parecía estar triste
como un hombre sin novia,
y pensé si sería
la novia de la mía:
y abriendo las mis manos
dejé que se escapara
la oriblanca, la azul,
la roja mariposa;
y las dos se volaron,
y juntas fueron a quererse
perdidas por el cielo.
Añadir un comentario