Se levantó del lecho y abrió una cerveza.
Soñaba que dormía de nuevo con Penélope
pero se despertaba con la cara de Circe.
Dormir, soñar, vivir acaso
en un sueño imposible, una esperanza
condenada al fracaso.
Amar, sólo se ama lo que uno mismo crea
y él hubiera creado una nueva mujer que mantuviese
la forma de sus manos, el olor de su aliento,
el calor de su pecho.
Pensó en Narciso y dijo: «Me amo sólo a mí mismo».
Termina la cerveza y se mira al espejo
que reflejaba el rostro del triste Leopold Bloom.
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