Bella como la noche y como ella insegura
la mujer imposible llegó a mi corazón.
Tenía en la mirada un poco de amargura
y tal vez un poquito de menos ilusión.
No dije una palabra. Respeté la ternura
que sellaba sus labios a toda confesión.
Una anillo de llanto suplía en su cintura
la vanidad coqueta del fino cinturón.
Su voz era la misma. Un poco más callada
como si presintiera que estaba la alborada
reuniendo silencios para poder nacer.
No adelanté un reproche. No quise interrogarla
y comprendí que el llanto que estaba por llamarla
jamás a mi cariño la dejaría volver.
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