La noche quiso que fuésemos noche
también nosotros, térreos
como la sombra y como los animales
que vagan desnudos a la caza del deleite.
El aire, entre tu pecho y mi pecho,
se cargó de hondas sales;
corríamos en fuentes abismales;
inundábamos de luna islas de olvido.
Nuestra vida, pobre si la entendíamos
según la luz, se había expandido
en ardiente, oscura flor.
Todo en la Aventura cambiaba:
si me mirabas, no era yo;
si te reías, no eras impura.
Versión de Rafael Santos
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