La noche va a la rana de sus metales,
palpa un buche regalado para el palpo,
el rocío escuece a la piedra en gargantilla
que baja para tiznarse de humedad al palpo.
La rana de los metales se entreabre en el sillón
y es el sillón el que se hunde en el pozo hablador.
el fragmento aquel sube hasta el farol
y la rana, no en la noche, pega su buche en el respaldo.
La noche rellenada reclama la húmeda montura,
la yerba baila en su pequeño lindo frío,
pues se cansa de ser la oreja no raptada.
la hoja despierta como oreja, la oreja
amanece como puerta, la puerta se abre al caballo.
Un trotito aleve, de lluvia, va haciendo hablar las yerbas.
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