Con frecuencia, oigo hablar a poetas
de la posteridad.
“Tenemos que intentar –dicen con énfasis–
que las generaciones venideras…”
Y yo digo que sí –siempre me incluyen–. Pero mi corazón
sonríe
al tiempo virgen para sus latidos.
Yo quiero vivir al día,
lo mismo que las aves.
Ser pan de todos, sí
de los que conmigo muerden la agonía.
Y ya no aspiro a más.
Sólo a pudrirme –cuando llegue la hora–
junto a mis letras húmedas y doloridas.
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