La primavera de la aldea
bajó esta tarde a la ciudad,
con su cara de niña fea
y su vestido de percal.
Traía nidos en las manos
y le temblaba el corazón
como en los últimos manzanos
el trino del primer gorrión.
A la ciudad la primavera
trajo del campo un suave olor
en las tinas de la lechera
y las jarras del aguador…
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