Ya no temo a la muerte.
Me defienden tus manos y tus ojos.
Estoy tranquilo como un prado verde
donde sonríen los infantes de oro.
Ya no temo a la muerte;
Dios empieza en el canto de tus ojos.
Mi corazón se duerme
como un ciego en la llama de un sollozo.
.. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. ..
Se alza la luna siempre
más allá de la seda de tus hombros…
.. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. ..
Añadir un comentario