Dulces y amorosos sueños
de la virgen candorosa,
que tomáis en el espacio
blanca y delicada forma;
melancólicos suspiros
de la flor que se deshoja,
que os convertís en el cielo
en espíritus de aroma;
yo siento sobre mi frente
vuestras alas temblorosas,
y siento en los labios míos
el beso de vuestra boca.
Lloráis para consolarme
de mis pasadas congojas,
y ese llanto es el rocío
que se columpia en las rosas.
Mas si queréis que no pene,
desde el cielo en donde mora,
si no al ángel que me inspira
bajadme al menos su sombra.
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