«Yo soy tu alma, Nikoptis. He velado
Estos cinco milenios y tus ojos muertos
No se movieron ni nunca han respondido a mi deseo,
Y tus miembros ligeros, que atravesé en llamas,
No han ardido conmigo ni con azafranada cosa alguna.
Mira, la hierba leve se levantó para hacer tu almohada
Y te besó con una miríada de lenguas vegetales;
Mas tú no me besaste.
De tanto leerlo gasté el oro de la pared
Y fatigué mi pensamiento en los signos.
Y no hay nada nuevo en este sitio.
He sido amable. Mira, he dejado los cántaros sellados
Por si despertabas y murmurabas por tu vino.
Y he mantenido suaves las túnicas sobre tu cuerpo.
¡Oh despreocupado! ¡Cómo podría olvidar!
-Hasta el río hace tanto tiempo,
¿El río? Eras menos que joven
Y tres almas vinieron sobre Ti
Y yo vine.
Y volé sobre ti, las hice huir;
He sido íntima contigo, te he conocido.
¿Acaso no he tocado tus palmas y las puntas de tus dedos?
¿Acaso no me he deslizado a través tuyo hasta los talones?
¿Cómo entré? ¿Acaso no soy yo tú y Tú?
Y ningún sol viene a socorrerme en este lugar
Y estoy desgarrada contra la oscuridad tenebrosa;
Y ninguna luz me golpea y no dices
Palabra, día tras día.
¡Oh! podría salir, a pesar de las marcas
Y toda su hábil labor sobre la puerta,
Salir a través de los campos de verde cristal…
Mas hay quietud aquí.
No me voy.»»
Versión de Marcelo Covian