En su rostro ovalado palidece el marfil,
la granada en sus labios dejó púrpura y miel,
son sus cejas el rasgo de un oblicuo pincel
y sus ojos dos gotas de opio negro y sutil.
Cual las hojas de nácar de un extraño clavel
florecieron las uñas de su mano infantil,
que agitando en la sombra su abanico febril
hace arder en sus sedas un dorado rondel…
Arropada en su manto de brocado turquí,
en la taza de jade bebe sorbos de té,
mientras arde a sus plantas aromoso benjuí.
¡Mas irguióse la Venus y el encanto se fue,
pues enjuto, en la cárcel de cruel borceguí,
era un pie de faunesa de la Venus el pie!…
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