El hombre despojóse de sí mismo,
también del cinturón, del brazo izquierdo,
de su propia estatura.
Resbaló la mujer sus largas medias,
largas como los ríos o el cansancio.
Nublóse el sueño de deseo.
Vino
ciego el amor
batiendo un cuerpo anónimo.
De nadie
eran la hora ni el lugar
ni el tiempo de los besos.
Sólo el deseo de entregarse daba
sentido al acto del amor,
pero nunca respuesta.
El humo gris.
El abandono.
El alba
como una inmensa retirada.
Restos
de vida oscura en un rincón caídos.
y lo demás vulgar, ocioso.
El hombre
púsose en orden natural, alzóse
y tosió humanamente.
Aquella hora
de soledad. Vestirse de la víspera.
Sentir duros los límites.
Y al cabo
no saber, no poder reconocerse.