(EL MORENO)
Yo no soy, señores míos,
sino un pobre guitarrero;
pero doy gracias al cielo
porque puedo en la ocasión
toparme con un cantor
que esperimente a este negro.
Yo también tengo algo blanco,
pues tengo blancos los dientes;
sé vivir entre las gentes
sin que me tengan en menos:
quien anda en pagos agenos
debe ser manso y prudente.
Mi madre tuvo diez hijos,
los nueve muy regulares,
tal vez por eso me ampare
la Providencia divina:
en los güevos de gallina
el dlécimo es el más grande.
El negro es muy amoroso,
aunque de esto no hace gala;
nada a su cariño iguala
ni a su tierna voluntá;
es lo mesmo que el macá:
cría los hijos bajo el ala.
Pero yo he vivido libre
y sin depender de naides;
siempre he cruzado a los aires
como el pájaro sin nido;
cuanto sé lo he aprendido
porque me lo enseñó un flaire.
Y sé como cualquier otro
el porqué retumba el trueno,
por qué son las estaciones
del verano y del invierno;
sé también de dónde salen
las aguas que cain del cielo.
Yo sé lo que hay en la tierra
en llegando el mesmo centro;
en dónde se encuentra el oro,
en dónde se encuentra el fierro,
y en dónde viven bramando
los volcanes que echan juego.
Yo sé del fondo del mar
donde los pejes nacieron;
yo sé por qué crece el árbol,
y por qué silvan los vientos.
Cosas que inoran los blancos
las sabe este pobre negro.
Yo tiro cuando me tiran,
cuando me aflojan, aflojo.
No se ha de morir de antojo
quien me convide a cantar:
para conocer a un cojo
lo mejor es verlo andar.
Y si una falta cometo
en venir a esta riunión
echándola de cantor
pido perdón en voz alta,
pues nunca se halla una falta
que no esista otra mayor.
De lo que un cantor esplica
no falta qué aprovechar,
y se le debe escuchar
aunque sea negro el que cante:
apriende el que es inorante,
y el que es sabio apriende más.
Bajo la frente más negra
hay pensamiento y hay vida;
la gente escuche tranquila,
no me haga ningún reproche:
también es negra la noche
y tiene estrellas que brillan.
Estoy, pues, a su mandao;
empiece a echarme la sonda
si gusta que le responda,
aunque con lenguaje tosco;
en leturas no conozco
la jota por ser redonda.
MARTÍN FIERRO
¡Ah negro!, si sos tan sabio,
no tengás ningún recelo;
pero has tragao el anzuelo,
y, al compás del estrumento,
has de decirme al momento
cuál es el canto del cielo.
(…)