No eras para mis sueños, ni eras para mi vida,
ni para mis cansancios aromados de rosas,
ni para la impotencia de mi rabia suicida,
no eras la bella y buena, la bella y dolorosa.
No eras para mis sueños, no eras para mis cantos,
no eras para el prestigio de mis amargos llantos,
no eras para mi vida ni para mi dolor,
no eras lo fugitivo de todos mis encantos.
No merecías nada. Ni mi agrio desencanto
ni siquiera la lumbre que presintió el Amor.
Bien hecho, muy bien hecho que hayas pasado en vano
que no se haya engarfiado mi vida a tu mirar,
que no se hayan juntado a los llantos ancianos
la amargura doliente de un estéril llorar.
Eras para un imbécil que te quisiera un poco.
Oh! mis ensueños buenos, oh! mis ensueños locos.
Eras para un imbécil, un cualquiera no más
que no tuviera nada de mis ensueños, nada,
pero que te daría tu dicha animalada
la corta y bruta crisis del espasmo final.
No eras para mis sueños, no eras para mi vida
ni para mis quebrantos ni para mi dolor,
no eras para los llantos de mis duras heridas,
no eras para mis brazos, ni para mi canción.