Mete las armas, traidora,
vuelve tus ojos vellidos,
oye mis llantos agora,
quita las manos, señora,
con que arapas los oídos.
Tus deseos son cumplidos
y mis días,
ora harás alegrías
si alguna pasión te daba
el gran despecho que habías
cuando de mí conoscías
que en verte resucitaba.
Si por amarte esperaba
cortesía,
por mis huesos la querría
si viniesen en tus manos,
que la triste carne mía
sé que en antes de año y día
será un montón de gusanos.
Mis ruegos, si no son vanos,
y mandares,
cuando mi huesa topares
hecha de tristes agüeros,
si por encima pasares
y de mí te recordares,
haz tus pies ligeros,
y con ojos halagüeros,
do estoviere,
di, pasando, en miserere,
que de nobles ganas nasce;
si largo te paresciere,
al menos, por quien te viere,
di tú: requiescat in pace.
Lamentación de amor de Bartolomé Torres Naharro
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