Esta tierra abierta en pedazos.
El relinchar de ramas
en la arboleda.
La noche mural, fundiéndose
con el mediodía.
Te hablo
de la palabra que se enfanga en el olor
de lo inmediato.
Te hablo del fruto
que extraje a empellones
con la pala.
Te hablo del habla.
Los colores
del humus: hundidos en la grieta,
casi humanos. La bendición
prismática del día: divisible
por el aliento. Senderos de estornino,
surcos de serpiente,
semillas. Las rápidas espadas
de fuego. Lo que arde
es desterrado.
Se va contigo.
Es tuyo.
Un hombre
sale de la voz
que se convirtió en mí.
Se ha desvanecido.
Se ha comido
la palabra madura
que te mató y
te mató.
Se ha encontrado a sí mismo,
erguido en el lugar
donde el ojo se mantiene
con más terrible firmeza.
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