Donde el poeta juega ajedrez con su amada y cuenta cómo pierde la partida
Las blancas para ti -luego tú sales-
y para mí las negras. Lo sabía.
Palabra, amor, palabra que tenía
negras la consonantes y vocales.
Hay un poco de luna en los cristales
y otro poco de luna en mi alegría…
Volveré al juego amor… Me distraía
y no sentí tus tiros verticales.
Alfil que ataca, torre que se entrega.
Caballo blanco… ( ¿Whisky? ) ¡No te digo
que no está mi horno, amor, para el combate!
Reina que avanza, Rey que se doblega…
Y de pronto me miras -dudo, ¿sigo?-
recto hacia el corazón… Y jaque mate.
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