A Francisco Álvarez Velasco
Vencido por la erosión, conforme con el triunfo
de la edad, qué paradoja,
abrirá al azar (desvanecido ya el presagio
de una tarde tan triste) el viejo tomo
que arrastra a sus espaldas
veinte años de olvido.
Verá caer, como un velo de tiempo,
de las hojas carcomidas un papel
casi polvo, unos versos muy fríos.
Un vago resplandor avivará en las sienes
el recuerdo.
Quizá puedan brotar
en ese instante, como si se tratara
de un milagro
que aguardaba su hora,
las palabras exactas, las palabras perdidas
que no supo ganar, en estos años, a la vida.
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