Las siete de la tarde. Estoy contigo.
Si sientes soledad tenme a tu lado.
La sangre del poniente me ha dejado
anclado con mis brazos al postigo.
El sol rojo de otoño que persigo
detrás del horizonte cae pausado
en lento incendio. Miro aniquilado
la luz de la que soy mudo testigo.
Sonríe, y que se mezcle con el viento
la blanca candidez que hay en tu boca.
Oh, de ella expectativo estoy y sediento.
El sol, limón enfermo, ya se apoca.
Levanta tu alegría al firmamento
que quiero aquí escuchar tu risa loca.
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