y esa mitología de tías solteronas que intercambian los peines grasien-
tos del sobrino: en la guerra: en la frontera: tías que peinan: tías que
sin objeto ni destino: babas como lame: laxas: se oxidan: y así ‘flotan’:
flotan así, como esos peines que las tías de los muchachos en las guerras
limpian: desengrasan, depilan: sin objeto: en los escapularios ese pubis
enrollado de un niño que murió en la frontera, con el quepís torcido;
y en las fotos las muecas de los niños en el pozo de la frontera entre
las balas de la guerra y la mustia mirada de las tías: en los peines:
engrasados y tiesos: así las babas que las tías desovan sobre el peine
del muchacho que parte hacia la guerra y retocan su jopo: y ellas pien-
san: que ese peine engrasado por los pelos del pubis de ese muchacho
muerto por las balas de un amor fronterizo guarda incluso los pelos de
las manos del muchacho que muerto en la frontera de esa guerra amo-
rosa se tocaba: ese jopo; y que los pelos, sucios, de ese muchacho,
como un pubis caracoleante en los escapularios, recogidos del baño por
la rauda partera, cogidos del bidet, en el momento en que ellos, solita-
rios, que recuerdan sus tías que murieron en los campos cruzados de
la guerra, se retocan: los jopo; y las tías que mueren con el peine del
muchacho que fue muerto en las garras del vicio fronterizo entre los
dientes: muerden: degustan desdentadas la gomina de los pelos del
peine de los chicos que parten a la muerte en la frontera, el vello des-
peinado.
Las tías de Néstor Perlongher
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