Venía ya con el ataúd
de la muerte
con el ojo que presiente
el hollín de los fantasmas
dejó caer su boca seca
su diálogo con el soplo del silencio
descendió por los huesos el umbral del fuego
la lámpara febril del viaje
y olvidado de la sed
la agonía de uñas largas
fue creciendo hasta caer en el vacío
había otras almas con sus bocas mudas
había noches quitando tejas de las veredas
había cánticos rodando como sacos de harina
había gritos tiritando en el suelo
había una luz palpitando
a los oídos de alguien que dijo
levántate y vete
sal
sal de aquí antes que el hambre
o alguien te ponga un cuchillo en el cuello
y el hombre caminó
para vivir otros calvarios
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