Las letras de tu nombre ya no se pueden leer,
y pues no te puedo llamar aunque quisiese,
déjame en tus labios tus soñares saber.
Quizás soñáis, amor, con el blanco avellano
o con el ciervo que baja a beber a la ribera
o con el mirlo que canta su ocio en el rosal.
¿O por soñar tú sueñas, amante piedra fría,
en aquel corazón, tuyo, que era carne algún día
y amor, ese enemigo, en llamas encendía?
¿Quién amores há,
cómo dormirá?
Versión de Vicente Araguas
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