Heló tanto que las ramas lechosas
Importunaron a la sierra, se rompieron en las manos.
la primavera no vio verdecer a las graciosas.
La higuera pidió al amo del yacente
El arbusto de una fe nueva.
Pero la oropéndula, su profeta
-Su retorno calentaba al alba-,
Al posarse sobre aquel desastre
En vez de morir de hambre lo hizo de amor.
Versión de Jorge Riechmann
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