Tu tronco de misterio es lo que me apuntala un cielo en ruinas.
Mis ojos solos no podían ya evitarme su caída.
Me enredo en sus raíces de lecturas mal soñadas,
me agosto en su hojarasca de frustradas invenciones,
pero tu tronco sobrevive a mis inviernos.
Lo ven por fuera, retorcido, muerto, oscuro,
pero hay una rendija para fisgar, y miro:
Yo voy por sus veredas claustradas que ilumina
una luz que no llega hasta las ramas
y que no emana de las raíces,
y que me multiplica, omnipresente,
en su juego de espejos infinito.
Yo cruzo sin respiro por su aire irrespirable
que desnuda un prodigio en cada voz con sólo dibujar
y en cada pensamiento con sentirlo.
Me asomo a sus inmóviles canales y me miro
de pájaro en el agua o de pez en el aire,
ahogándome en las formas mutables de su esencia.