Ya no va a dolerme el mar,
porque conocí la fuente.
!Qué dura herida la de su frescura
sobre la brasa de mi frente!
Como a la mano hecha a los espinos
la hiere con su gracia la rosa inesperada,
así quedó mi duelo
crucificado en tu sonrisa.
Ya no va a dolerme el viento,
porque conocí la brisa.
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