De un rumor
creciente y voluptuoso
se llenan para mí los días.
Dispongo de este mundo
exasperado
para mi ocio más largo;
de la noche más cruel,
para el inevitable maleficio.
¡Llegadas
del Otoño, mis asiduas,
mis fieles!
Cuando en la pedregosa mañana
el mundo asume la delicia;
salto, busco los viejos ritos
en el viento; recurro
a madres que me ignoran,
llamo a sus criaturas
temblorosas
y hago lumbre en mi cuarto
gritando a voz en cuello:
¡Ancianos,
para mis ojos es esta flor
remota,
solamente para ellos!
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