A Alexander Blok
Llegué a visitar al poeta
exactamente al mediodía, un domingo.
En el cuarto espacioso reinaba el silencio
afuera, en la calle, hacía frío.
Un sol agradable se paseaba
sobre el tupido humo grisazul…
El poeta me miraba fijamente,
en silencio, como un gran anfitrión.
Es mejor ser cuidadosa
y no mirar nunca a sus ojos;
son ojos tan extraños
que jamás se pueden olvidar.
No olvidaré ese encuentro
aquel brumoso mediodía de domingo
a las orillas del Neva
en una casa grande y gris.
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