Llueven tus ojos palomas somnolientas de ceniza
que hieren lentamente el silencio de este ciervo de
música que tengo entre los brazos.
(De Norte a Sur abre su boca el firmamento
como un gran perro que tuviera dentadura de estrellas.)
Te quiero como nunca. Supón que te creciera el cabello
tantas veces
que fuera para mí un río navegable de pluma.
Supón mis veinte años, uno a uno en tus dedos
o mi sonrisa lenta nevándote la frente.
Supón mis ojos tristes y pensativos, mudos,
viendo crecer el fuego desde hace muchos años.
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