Yo he nacido aquí junto a las altas lilas del verano
y los verdes racimos amargos de la aurora.
Yo he nacido entre las rosas que han muerto
y el mustio follaje de los jardines de un sueño.
En las transparentes alamedas que canta el ruiseñor
y abre el rocío con su cuchillo de cristal en la mañana.
Como la hoja que cae sobre un sepulcro
yo he pisado al nacer esta piedra y su luz me ha salpicado.
Como el que nace para la música y talla la madera o la roca
y escucha su voz crujir bajo el cincel y no pregunta.
Yo he nacido duro de corazón y equivocado,
pero vosotros me habéis dado la tierna mano de la primavera.
El que sopla las estaciones y hace reverdecer al árbol muerto
ha mirado esta rama joven que no ardía.
Al consumido en su luz y al que el amor destierra
mis días por igual se han parecido.
Como aquel que al entrar en su casa se encuentra con la mar
y goza y es feliz y se queda con ella para siempre.
Yo he nacido aquí antes de que mi corazón se diera cuenta
y una dulce mujer se acercara a mi sombra como madre.
Desde entonces he sido melancólico y triste
porque he contado los astros y la lluvia y la arena.
De lo ajeno he tenido la bondad de la tierra
y de lo mío la nada en su infinita certeza.
He visto a los hombres mirar hacia el cielo
como buscando la vida que junto a ti se les niega.
Y he padecido con el dolor entre todos
y no he cerrado la puerta al florecido en su odio.
Al que marcado con saliva se esconde de los muchos
lo he elegido más cerca de mi corazón que a los otros.
Y he contemplado a los pájaros
resolver en el vuelo el misterio del aire.
Yo he nacido aquí junto a la piedra de Cluny
donde brota el mirto su tallo en la maleza.
Pero no he sido feliz,
mi memoria se ha cansado de llover y esperarte.
Nada pudo la abundante espiga del dolor contra nosotros,
cuanto más me iba, más tu amor me aprisionaba.
Y así he sido claro bajo el sol y también fuente
donde vienen a beber desde el fondo del mundo las estatuas.
Y un día, un día como hoy resplandeciente y puro
rozado tal vez por el deseo se acercó a la ventana mi figura.
Y al ver todo transido de pétalo aquel cuerpo
salí como siguiéndola y me perdí en su calle.
Yo te he amado pequeño pueblo entre dos ríos
donde supo mi corazón el don de la palabra y las alondras.