Locuramor de Carmen González Huguet

Locuramor gritando su batalla,
desde un cielo sin luz, inexpresado.
Me creciste de pronto en el costado
como una inmensa flor que me avasalla.

Una roja tormenta me restalla
dentro de cada poro enamorado,
me recorre un incendio desatado
y un trueno en cada glóbulo me estalla.

Voy a decirte amor hasta los huesos,
voy a gritarte amor hasta el olvido.
Se me quiebra la voz cuando te nombro.

Me alimento soñando con tus besos.
Y si sólo fue sueño lo vivido
quiero vivir del sueño de tu asombro.

Pedro Geoffroy Rivas

I

Era una compañía desolada,
como luz que en las sombras se perdiera;
y era una soledad tan verdadera,
cual música del eco rescatada.

Era el alma a la carne confinada
en la palabra eterna y pasajera.
Era verdad, a veces, y quimera
y a veces, era llama enamorada.

Era gozo gimiente y malherido,
era fuego que hiela y que restalla,
era presencia fiel, tenaz gemido.

Y ahora que el dolor su ardor desmaya,
por fin, vuelve tu beso del olvido,
locuramor, gritando su batalla.

II

Perezca el sol, reposo halle la brisa,
vuelva al silencio el canto reverente,
mas no se extinga la pasión urgente
ni el instante fugaz que la eterniza.

Sumérjase en arena movediza
el perfume que el labio le alimente,
y triunfe del olvido persistente,
como la luz humilla a la ceniza.

Muera la vida, caiga la hermosura
por la muerte besada en el costado,
beba su sed tenaz toda amargura.

Y el fuego, por su propia luz cegado,
sufra feliz el ser su quemadura
desde un cielo sin luz, inexpresado.

III

Como un dolor, tu beso me ha crecido.
Tu beso, y tu tenaz melancolía.
Me heredaste esa carga de utopía
con que cada palabra me has herido.

Tu herencia de jaguares no ha podido,
sin embargo, matarme la alegría.
Eras también la flor, la lozanía,
y un idioma inmortal estremecido.

Me sigues con tus luces de diamante,
con ese pensamiento ensimismado
que alienta en tu palabra dominante.

Tan palpable te siento, vulnerado,
como si de una herida lacerante
me creciste de pronto en el costado

IV

Amor, y t?lo sabes, es venero
de profundas y dulces quemaduras,
y también tiene espinas tan seguras
que matan con el roce más ligero.

Amor hace lo eterno pasajero
y nos convierte en lámparas oscuras.
Nos hace contemplar dichas futuras
y nos regresa al polvo volandero.

Amor fue tu canción y tu batalla
por vencer a la muerte y su letargo
y al labio que su sed rendida calla.

Se endulz?tu canción, amor tan largo,
que ahora brota tu dulce amor amargo
como una inmensa flor que me avasalla.

V

De carne y sangre y sueño hemos nacido,
De voluntad y fuerza enamorada,
Del pensamiento, con su luz alada,
De fulgores y polvo bendecido.

De sordos nudos, lúcido sonido,
De pasión a la idea entrelazada,
De estirpe pasajera eternizada,
De memoria triunfando del olvido.

De la palabra plena y del mutismo,
Naciendo hacia la vida que avasalla
Al silencio en el fondo de su abismo.

As?llegu?hasta el campo de batalla
Donde, en la vena, el viejo silogismo
Una roja tormenta me restalla.

VI

Las líneas en las palmas de mis manos
Me confunden los ríos del destino
Y sé que de cordura y desatino
Se componen mis pasos, tan humanos.

De designios remotos y cercanos
Se teje el derrotero del camino
Y en cada esquina de la luz doctrino
Los frutos inmaduros o lozanos.

Pero el amor las líneas desordena
Con su designio propio y obstinado
Torciendo el devenir de mi faena.

Así, me vuelve amor lazo anudado,
Sangre amorosa ardiendo en palma ajena
Dentro de cada poro enamorado

VII

Ascua es amor, y a veces es ceniza
Y siempre es brasa intensa y quemadura.
Aunque dulce, quemante es su dulzura
Y fugaz es la carne que eterniza.

Luminosa ceguera, llanto y risa,
Doloroso placer, dulce amargura,
Loca prudencia, lúcida locura,
Carne rebelde y voluntad sumisa.

Derramada la líquida armonía
De su lenguaje en singular estado
El corazón renueva su osadía.

Y en medio de la nieve, enamorado,
Siento que con dulcísima porfía
Me recorre un incendio desatado.

VIII

¿Cómo se mide la tenaz distancia
que separa la risa del quebranto?
¿Qué oculta llama me oscurece el canto?
¿Qué herida abierta mi dolor escancia?

¿A dónde puede sumergir el ansia
el ardor de su pena y de su llanto?
¿Es que acaso la ausencia puede tanto
para vencer al fuego y su constancia?

Encerrada en la cárcel del desvelo
Una secreta herida me batalla
Con el filo constante de su celo.

Me consumo en la hoguera que avasalla
Mi ser en la tortura del anhelo
Y un trueno en cada glóbulo me estalla.

IX

La luz se me hizo sombra, de repente,
Y de repente el gozo fue gemido.
Se convirtió la vida en tiempo herido
Y la pena fue huésped exigente.

Derramó la crueldad su voz hirviente.
Se borró la ternura y lo vivido,
Y se inclinó el recuerdo malherido
Para buscar su dulce voz ausente.

Y sin embargo, tengo la esperanza
De recobrar tus cármenes ilesos,
Cantando su dulzura y su alabanza.

Y en la luz incendiada de los besos,
Superada ya toda desconfianza,
Voy a decirte amor hasta los huesos.

X

Cuando supere esta distancia ardida,
Esta larga y doliente quemadura,
Este golpe de hiel, esta tortura
De tu rosa en espina convertida;

Cuando logre vencer la acometida
De la distancia que el dolor procura;
Cuando imponga la luz a la locura
Y logre revivir mi fe perdida;

Entonces volveré a habitar el cielo
De tu abrazo deseado y presentido
En las espinas crueles del anhelo.

Volveré a la tibieza de ese nido
Y en mi canto de renovado vuelo,
Voy a gritarte amor hasta el olvido.

XI

El silencio es mi cárcel obstinada,
La frontera que trazo y que defiendo,
La soledad en la que voy viviendo,
Mi tortura escogida y prolongada.

El silencio es la sombra enamorada
Que visto en soledad por todo atuendo.
Por esa ruta larga voy partiendo
Hacia la libertad más desolada.

Desterré de mi voz a la dulzura.
Mi heredad se pobló de hiel y escombro.
Descarté a la bondad y la cordura.

Ya no tengo piedad para el asombro,
Y en la fría extensión de esta tortura,
Se me quiebra la voz cuando te nombro.

XII

¿Dónde encuentro el camino al paraíso
que habitara en tu dicha pasajera?
¿Dónde está la palabra lisonjera
que vertiera su cántico sumiso?

¿Cuándo vino la luz que satisfizo
la sed de claridad de tanta espera?
¿Fue su caricia alada verdadera
o fue sólo el engaño de tu hechizo?

En el frío silente y desolado
De la distancia, mis anhelos presos
Se niegan al recuerdo más amado.

No hallarás en mi carne ni en mis labios
Más que tu ausencia. En mi rincón aislado
Me alimento soñando con tus besos.

XIII

De repente la rosa se hizo llanto,
Y el abrazo se convirtió en ausencia,
Y el celo se cambió en indiferencia,
Y el gozo más deseado fue quebranto.

Como una nube, se borró el encanto
Que fascinó la luz de la conciencia
Y obnubiló la flor de la experiencia
Con su perfume que apreciara tanto.

¿Por qué no fue el engaño duradero?
¿Por qué sólo en la llama del sentido
se dibujó la llama por que muero?

No quiero que la arena del olvido
Me haga pensar de todo lo que quiero:
-¿Y si sólo fue un sueño lo vivido?-

XIV

Si la verdad es triste, confundida
Quiero vivir, creyéndome adorada.
Y si su dulce herida renovada
Me hace feliz, prefiero estar herida.

Si en este laberinto no hay salida
Morir en él prefiero confinada.
Prefiero ser dichosa, aunque engañada,
Y no esta libertad tan malherida.

Me persigue el recuerdo de tu cielo
En esta inmensidad en que te nombro,
Y te persigo con quemante anhelo.

Si me embriagó la pura vid que escombro
De tu heredad, concédeme el consuelo:
Quiero vivir del sueño de tu asombro.

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