Fatuos de la noche,
Sierpe de lo desconocido,
Provisorio de emociones.
Los ángeles amantes,
Llegan justo a la hora
Exacta de la soledad.
La voz entrecortada del deseo
Y su órgano mudo de proezas,
Es un valiente guerrero
Dispersando al enemigo,
Enredándose hasta escuchar
La dulce melodía del vientre.
Y en ese incierto
Pero cercano recorrido,
Mienten hasta ceñirse
Con hilos del amanecer.
El corazón no aprende,
Tampoco el cuerpo,
(Ambos desconocen
La palabra mordaza).
Y de nuevo la espera,
Ávido anzuelo de congojas eternas.
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