A Adolfo Nigro
No te amargues el mar,
acompásate con la hora que,
involuntario y cruel, nadie trasmuta;
ríete de los antológicos traspiés
del mínimo común nominador,
de todo el trafalgar
en que un traidor se anega.
Prémiate con recordar que siempre
huiste de él como de un eufonium.
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