Llueve… En el viejo bosque de ramaje amarillo
y grises troncos húmedos, que apenas mueve el viento,
bajo una encina, un sátiro de rostro macilento,
canciones otoñales silba en su caramillo.
De vejez muere… Cruzan por sus ojos sin brillo
las sombras fugitivas de algún presentimiento,
y entre los dedos débiles el rústico instrumento
sigue llorando un aire monótono y sencillo.
Es una triste música, vieja canción que evoca
aquel beso primero que arrebató a la boca
de una ninfa, en el claro del bosque sorprendida.
Su cuerpo vacilante se rinde bajo el peso
de la Muerte, y el último suspiro de su vida
tiembla en el caramillo como si fuese un beso.
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