Vivo sin mí, inmóvil,
ausente de mi cárcel de palabras,
sin la forma precisa para el canto
en este día sin tregua y sin resquicios;
cuando celoso de sí mismo el aire
no se desata en viento,
cuando nada me entrega su sentido
y no encuentran camino hacia mis ojos
ni el cielo ni los nombres de la tierra,
porque yacen serenos y completos
y en su ser se alimentan y se engendran.
Cumplen en sí la estatua de su vida
tanto el ser mineral como la espuma,
pues mis nombres tal vez están cansados
y en el árbol no pinten ningún verde
ni en el azul la sombra que enamora
y no sepan oír, en el silencio,
lo que la tarde les dice a los jardines.
Cifrados cantos, oscuros se celebran
al aire prodigioso de la noche
o en la obstinada luz que a mí se niega.
Atiendo, espero,
oigo el rumor adverso de mi sangre
y los días que son gestos de días
y las horas iguales a las horas
y todo tan en sí,
sellado,
inmóvil…