Mirar, pero no ver,
colocar otros ojos,
quizá los de aquel niño
que viejísimo mira.
Unos ojos perdidos
y hallados a diario
ciegos como ese río
que viejísimo mira.
Mirar es eso mismo,
un dolor, quizá un agua
que no ve y que, reciente,
qué viejísima mira.
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