NUEVOS puentes de Praga, habéis nacido
en la vieja ciudad, rosa y ceniza,
para que el hombre nuevo
pase el río.
Mil años gastaron los ojos
de los dioses de piedra
que desde el viejo Puente Carlos
han visto ir y venir y no volver
las viejas vidas,
desde Malá Strana los pies que hacia Moravia
se dirigieron, los pesados
pies del tiempo,
los pies del viejo cementerio judío
bajo veinte capas de tiempo y polvo
pasaron y bailaron sobre el puente,
mientras las aguas color de humo
corrían del pasado, hacia la piedra.
Moldava, poco a poco
te ibas haciendo estatua,
estatua gris de un río que moría
con su vieja corona de hierro en la frente,
pero de pronto el viento
de la historia sacude
tus pies y tus rodillas,
y cantas, rio, y bailas, y caminas
con una nueva vida.
Las usinas trabajan de otro modo.
El retrato olvidado
del pueblo en las ventanas
sonríe saludando,
y he aquí ahora
los nuevos puentes:
la claridad los llena,
su rectitud invita
y dice: «Pueblo, adelante,
hacia todos los años que vienen,
hacia todas las tierras del trigo,
hacia el tesoro negro de la mina
repartido entre todos los hombres».
Y pasa el río
bajo los nuevos puentes
cantando con la historia
palabras puras
que llenarán la tierra.
No son pies invasores los que cruzan
los nuevos puentes, ni los crueles carros
del odio y de la guerra:
son pies pequeños de niños, firmes
pasos de obrero.
Sobre los nuevos puentes
pasas, oh primavera,
con tu cesta de pan y tu vestido fresco,
mientras el hombre, el agua, el viento
amanecen cantando.