En toda victoria un dolor
tiene su origen. El estío,
cuando se abre el alto ventanuco,
se desgarra sobre los chopos que clarean.
La traza de aire fresco
que entra entonces, levanta
de la madera un fresco olor a lejía
de suelos muy fregados.
Y algo que fue sombra y vigilia
en la pensión, cobra forma
con la ligera luz del alba.
En el vasar, sobre blanca labor
de lienzo y almidón,
unos cuantos jazmines, aún lozanos.
Y quien lo ve, añora
ese privilegiado amor que impulsa
a quien obtuvo la prodigiosa flor,
al abrigo de la fría Segovia.
Añadir un comentario