Tu voz reza la gracia de la hora.
Mi orquídea en el ojal ya está marchita.
Y en tus joyas refulge la exquisita
irisación lejana de la aurora.
El amplio lecho perfumado añora
tu última ofrenda en la pasada cita.
Cómo tu vientre a la pasión me invita:
cálido huerto de enervante flora.
Místico bronce nos recuerda en vano
que hay un castigo para el goce humano.
Llega un rumor de música distante:
es el final sonoro de la orgía.
Alba de rosa… Juventud… Oh Mía.
He aquí para pecar un bello instante.
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