Hoy, como siempre,
puse todas las esperanzas
en que los dioses me fueran favorables.
Hoy que amaneció lloviendo, hoy
sin paraguas, hoy
que alimenté todas las ilusiones.
Hoy que salí acicalado
porque no volvieran a irse de fiesta sin mí.
El presagio empezó a insinuarse, hoy,
cuando puse la radio al levantarme
y apareció una niña cantando
de pata negra. Hoy
que la guerra sigue sin terminar
y el hombre sigue amando
el color de la sangre, la resina del odio,
el hedor de las desdichas. Hoy
el autobús ha pasado dos veces completo.
Hoy la planta carnívora del deseo
ha vuelto a morderme el corazón.
Entré en el supermercado, hoy,
y han vuelto a subirme el whisky.
Hoy me siento más fracasado que nunca,
el cartero ha pasado de largo
y tú no piensas volver. Hoy
paseo de nuevo solo por las calles.
Hoy sigo defendiéndome de mí,
de ti, de la tristeza.
Hoy de nuevo he perdido la partida,
y son las horas muy largas,
y no he leído ni un verso,
y he despistado a las musas, y tengo la sangre quieta.
Hoy ha faltado la alumna que me gusta,
y ha oscurecido pronto,
y he vuelto a casa un poco triste.
Estaba la sala sola, desnuda y fría
y el servicio contestador de Telefónica
me informa de que no tengo mensajes.
Mal día de Juan José Vélez Otero
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