Asisto al despertar del nuevo día
en las hermosas playas de Kovalam.
Saludan a mis ojos las palmeras
agitando sus ramas solemnes como brazos
y el mar, el Mar de Arabia, con sus peldaños
de espuma hacia el infinito.
Sobre la orilla lenguas de sal que se suceden
en un vaivén sin tregua: mueren, viven,
vienen del horizonte borroso por la bruma,
desde aquel horizonte que el misterio ha trazado
y hasta mis plantas llegan en su oscilar salvaje.
Cuervos azules graznan en las copas
y esta brisa tan dulce va aliviando las sienes
en el amanecer majestuoso.
Cruzan barcas oscuras a lo lejos,
mientras el mar me dice furioso su mensaje.
El sol, tímido ahora, hace de oro las rocas
por momentos. El sol, el mar, la vida que comienza
en las hermosas playas de Kovalam.
Mañana en Kovalam de José Lupiáñez
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