María Manuela, me escuchas de Rafael de León

Yo de vestíos no entiendo,
pero… ¿te gusta de veras
ese que te estás poniendo?
Tan fino, tan transparente,
tan escaso y tan ceñío,
que a lo mejor por la calle
te vas a morir de frío.

Te sienta que eres un cromo,
pero cámbiate de ropa,
si es un instante, lo justo
mientras me tomo esta copa.
Ponte el de cuello cerrao
que te está de maravilla
y que te llega dos cuartas
por bajo de la rodilla.

Cada vez que te lo pones
te encuentro tan elegante
que dentro de mí murmuran
los duendecillos de un cante.
«La rosa que me entregaron
al pie del altar mayor
lleva las sayas cumplías
y nadie le ve el color».

Pero antes de que te vistas
coge un poco de agua clara
y afuera los melinotes
que te embadurnan la cara;
ni más carmín, ni más cremas,
ni más tintes en el pelo;
no te aguanto más colores
que los que te puso el cielo.

Se acabó enseñar las piernas,
y los brazos, y el escote,
y el rostro no te lo pintes
ni aunque te salga bigote;
que te hizo Dios tan hermosa
como una rosa temprana
y se va a enfadar contigo
por enmendarle la plana.

Y a tu prima le devuelves
la pulsera de brillante,
son mucho lujo esas piedras
pa la mujer de un tratante.
Te quiero guapa y sencilla
como yo te conocí,
no tienes que engalanarte
pa nadie más que pa mí.

Ni más zapatos de Gilda,
Ni más turbantes de raso;
para presumir te sobra
con cogerte de mi brazo;
y como un día te vea
que enciendes un cigarrillo
vas a echar, entrañas mías,
el humo por los tobillos.

No quiero que me pregunten
«Esa gachona, ¿quién es?,
¿una secretaria de esas
que beben champán francés?»
Ni tú eres mujer moderna
ni quiero que lo aparentes
que yo te prefiero antigua
y oliendo a mujer decente.

Que con el triguito limpio
toito er mundo te compare,
que por defuera y por dentro
te parezcas a mi mare.
¿Te cambiaste ya el vestío?
Pues andando p’al teatro,
ya verás tú con qué envidia
nos contemplan más de cuatro:
«¡Vaya un marío con suerte
y una mujer bien plantá,
es una vara de nardos
con la carita lavá!».

Y al salir yo te prometo
cantarte por alegrías,
lo mismo que te cantaba
cuando tú eras novia mía:
«Mi novia es la más hermosa
y no se pinta la cara
la tiene como una rosa
tan sólo con agua clara».

El barco de mis amores
no tiene más que una vela
remendaita y graciosa
igual que María Manuela.

Se conforma mi niña con un vestío
y le basta y le sobra con un marío.
De percal que se ponga,
¡viva el salero!,
es mi María Manuela
la reina del mundo entero.

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