Un arrullo de sangre por las venas.
Un cansancio de luz en las pupilas,
un escozor de ala en las axilas
y en la carne un preludio de azucenas.
Un lento madurar de horas y penas,
sordo río de noches intranquilas,
y en el simple silencio en que te exilias,
buscar los senos y encontrar colmenas.
Sentir más cerca la razón del nido.
Pulsar toda la espera en un latido,
analizar la curva en las corolas,
y escuchar que tu angustia se convierte
en un llanto que triunfa de la muerte
sobre un encendimiento de amapolas.
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