No ha de apagar su lámpara el poeta,
aunque el fino pincel de la mañana
el desnudo cristal de la ventana
pinte con el azul de su paleta,
sin tejer otra lírica violeta
en la ideal corona que engalana
tu divina cabeza soberana,
por buena, por hermosa y por discreta.
Vaya hacia ti mi ofrenda matutina
en la luz y en el pájaro que trina.
Una dulce mañana te deseo.
Así, mientras te vayas levantando,
verás mi puro corazón vibrando
en un rayo de sol y en un gorjeo.
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