Es preciso romper
el tabú de la intangibilidad de la poesía,
ungir con óleo amarillento
sus llagas tendidas, inmediatas,
y que cese el goteo de las horas
en el patio.
Versos
entendidos como un arte de seducción
indisoluble de sus paisajes, extraviados
por el mapamundi de los acontecimientos.
Palabras de fuste
que han quedado varadas
en el lodo del camino.
Poemas
que tiemblan del mismo modo
con que nos crece dentro la enredadera de un viaje,
o el óxido descalzo de los hijos muertos.
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