Me duele el siglo
recién muerto,
con sus ojos nostálgicos
y su mirada letal de adormidera,
la semilla en el viento,
sus restos de holanda envilecida.
Esta flor que no cabe en su inocencia,
la morbidez que a tantos obsesiona.
Solo levedad
de horas y delirio en contumancia,
de la sangre narcótica entre sueños.
Los campos rasurados
y esta flor y estas hojas
que empiezan a despertar
entre tinieblas
cuando toda la luz de lejos viene.
Esta flor y estas hojas
expulsadas del reino de las flores
y la mirada que no cesa
entre amaneceres de ceniza.
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