Me vienes con las manos germinadas
y pétalos de amor entre los dedos,
sin nombre y sin ayer, con la sonrisa
nevada entre los labios de verano.
Me vienes de la luz y traes contigo
el mosto de la piel y frescas uvas
que al mueso de tu carne se revientan.
Hay agua de jazmín en tu saliva
y cielo en el olvido de tus ojos.
Tú llegas hacia mí, pisando nubes,
borrando la memoria con los brazos,
luchando como ángel con la muerte
que observa sigilosa tras los vidrios.
No queda soledad en los visillos
ni oscuros alfileres de ceniza
que puedan destrozar la primavera.
Miremos más allá de los espejos,
al cielo de alas blancas y espumosas
que hay sobre las olas de los puertos.
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