Sombras azuladas y esos ojos oscuros
que al pasar me miran hondamente.
El sonido del otoño se acompaña con guitarras
y en el jardín se disuelve su ceniza impura.
Las pesadumbres sombrías de la muerte
preparan sus delicadas manos.
De pechos opulentos beben descarnados labios
y en la piel dorada del niño solar
ondulan húmedos sus rizos.
Versión de Helmut Pfeiffer
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