No hay certezas detrás de tanta espera.
Náufragos que pobláis cualquiera de las islas
de este mar de silencio, transcurridos los años,
admitid de una vez que habéis sido olvidados.
Quizá pasaron barcos o pudieron ser sueños.
Escuchasteis canciones hechas de blanca espuma
que venían de lejos a embriagar los sentidos.
No miréis más el agua. El mar no es salvación,
sino vuestra locura. Las olas nada ofrecen.
Perdida ya la fe, no miréis más al mar.
Dirigid vuestros pasos sin dudar tierra adentro,
sin añorar más suerte. Dominad vuestras islas,
preparad la cosecha y recibid los frutos.
Levantad vuestra casa sobre firmes cimientos,
como si en ella hubierais de estar hasta la muerte,
esperada visita que arribará a la costa.
Cercioraos de estar completamente solos
y ordenad la soledad sin rabia o desaliento,
como si nadie hubiera de encontraros jamás.