Mi boca en un suicidio descubría
la playa de tu piel calmada y clara,
el tibio manantial de mirto y jara
que al roce de tu boca florecía.
Colmado de mirarte amanecía
un sol entre tus ojos tristes para
cegar de claridad y dulcamara
mis ojos, sombra y sed, el alma mía.
¡Los pétalos del cuello con las ceras
fragantes de los pechos!… Hoy aúlla
el ángel solitario por las eras.
Mi cuerpo es soledad. Deja que huya
del ascua de tus manos pasajeras,
del leve acariciar de pluma tuya.
Añadir un comentario