Desde la torre observas cómo cae la tarde,
las últimas montañas perdidas con la niebla,
los árboles que ascienden levemente, el abismo,
el fulgor de los astros que brillan por tus ojos.
Cerca quedan las playas del Sur, amplias
y lentas, vacías a esta hora en que el mar
se desvanece en fuegos. Vive el mar en la brisa,
su mágico vaivén como tus pasos, firmes,
en este oscuro mirador, alto, insomne,
distante como el humo de la ciudad en calma.
Y es el tiempo que inventa su eterno desvarío,
tu sombra, ya fundida con las sombras del mundo.
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